PROXENETAS

 La lista de quienes se benefician de la explotación sexual de las mujeres es larga.



Va desde las familias en los países de origen, pasando por los intermediarios de la red hasta llegar a los proxenetas, clientes y otros personajes que rondan los ambientes de prostitución y que aprovechan la situación. 




La esclavitud sexual de una sola mujer genera ganancias suficientes para sustentar a todo un grupo variopinto de explotadores, que justifican sus acciones con discursos muy diferentes. 



En muchos casos, el proxeneta puede convertirse en objeto de amor u odio para las víctimas de explotación sexual. 


Muchas, al menos en un principio, consideran a sus traficantes como sus salvadores: las personas que les brindaron una alternativa a la pobreza y a la falta de oportunidades en sus países de origen. 

Las mujeres forzadas a prostituirse están solas en un país ajeno, muchas no conocen el idioma, no tienen a quien recurrir, temen a la policía y no tienen documentos ni dinero. 





En esas circunstancias necesitan a sus proxenetas para sobrevivir, y pueden llegar a aferrarse emocionalmente a las mismas personas que las explotan. 

En muchos casos es precisamente la pareja de la mujer quien se convierte en su propio proxeneta. 




Los miembros de las redes se acercan a las poblaciones más deprimidas, estudian el ambiente de las mujeres y una vez que ya conocen perfectamente su medio y los escasos recursos de que disponen, hacen suculentas ofertas de trabajo que prometen dinero rápido en Europa.